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martes, 8 de abril de 2014

[73] Dios te conserve esas mangas, mamaza


“Greensleeves”, atribuido a Enrique VIII, siglo XVI



Ayer tuve mi reunión  mensual del CAA (el “Club de Antifans de Arjona”), y después de la misa negra y la macumba, salimos a quemar discos y perdí la noción del tiempo. Además, tuve mucho trabajo para traducir la letra de la canción de hoy, y por todo eso, este posteo sale un día tarde. Deberían dar gracias que sale, en vez de protestar (nadie protestó aún, pero ya los veo venir).

Hoy cierra, con autobombos y platillos, la serie “Hits bailables del medioevo”, con el tema “Mangas Verdes”. Cronológicamente, como que se me cae de la Edad Media y entra en el Renacimiento, pero bueno, quién está controlando, ¿no? Es lo suficientemente medieval para mí.


Seguramente conocen la melodía: es preciosa, sencillísima y memorable, y no para de sonar en los boliches desde hace quinientos años: la dooo – re miiii – fa mi reeeee – si sooool – la si dooo – la laaaa – sol (sostenido) la siiii – sol (sostenido) miiii…




Escúchenla en la versión elegida, por las hermanas Gothard, las “Trillizas de Oro Celtas”. Elegí esta versión porque no tiene letra (la que sabe cantar es la cuarta hermana, pero como no es rubia, no la dejan participar) y porque cada videoclip de las hermanitas Gothard me hace cuestionar, una y otra vez, profundamente, los fundamentos básicos de la realidad.



Pero hay, obviamente, miles y miles de versiones: con letra, sin letra, con letra original, con letra de villancico (las hermanitas Gothard incluyeron su versión en un disco de villancicos, de hecho), por mujeres, por varones, con flauta, por los Simpsons, por Olivia Newton John, por bandas metaleras, por grupos japoneses de manga, por recreadores medievales pro-templarios… Solo falta la versión tanguera y ya estamos todos. Al final del posteo pondré, si junto ganas, dos o tres links, pero no más.

Hay una leyenda, incomprobable, de que la canción fue compuesta por el mismísimo Enrique VIII para Ana Bolena, en la época en que la cortejaba, es decir, antes de fundar una nueva religión para casarse con ella, y sobre todo, antes de extender su hobby de cortar cabezas al selecto (pero no tan selecto) grupo de sus propias esposas.

Nadie puede asegurar que efectivamente Enrique VIII haya compuesto “Mangas Verdes”, pero tampoco nadie pudo refutarlo, porque si bien la canción es linda, lo que hace pensar que debería haberla compuesto un músico de profesión en vez de un rey alzado (en todos los sentidos), la letra original es tan tosca y arrogante y high-class y, por llamarla de alguna forma, troglodita, que bien podría haber sido compuesta por él, conociéndolo como lo conocemos (en especial, después de la serie The Tudors, donde el actor que interpreta a Enrique hace el papel de su vida (es el mismo de la peli Match Point, me da fiaca guglear el nombre).


La letra es, básicamente, un reclamo enojado. Con la excusa de “te quiero tanto”, se le dice a una dama, larga y destempladamente, que su no correspondencia no corresponde.

Durante muchos años, yo pensé que la traducción de “Greensleeves” era “hojas verdes”, y que la canción hablaba de ensaladas o prados. Luego descubrí que la realidad es mucho menos poética que un atado de rúcula, y que no se hablaba de vegetales, sino de ropajes. A la dama se la llama no por el nombre, sino por el color de su ropa. Igual que cuando se juega un partido de potrero con desconocidos y uno llama a sus compañeros por el color de la camiseta: “¡Pasala, azul! ¡Bajá, lila!”. ¿Por qué la llama así y no por el nombre? Quienes están a favor de atribuir la canción a Enrique, pueden pensar aquí que no se quiere decir el nombre de Ana Bolena para proteger su identidad, considerando que Enrique estaba aún legalmente casado con la reina Catalina.



Otra opción es que se la llama a ella por un atributo que le queda especialmente bien. Ahora: no parece muy halagador, que lo que te defina sean las mangas. Habiendo tantas partes del cuerpo, y tantas prendas de ropa para cubrirlas y descubrirlas, que te definan por la manga no parece ningún piropo. Digo: ninguna de las lectoras de este blog debe haber recibido con frecuencia, al pasar por una construcción, frases como “¿Esas mangas son todas tuyas, linda?”, “¡Pero qué mangas, herrrrmosa!”, “Vení que te bordo las mangas”, etcéterax.

[Nota: las mangas, desde la Edad Media, se enganchaban con alfileres por encima del vestido, como adornos, y podían sacarse a voluntad en cualquier momento (en los torneos medievales, era común que las damas dieran su manga como premio para los caballeros que lidiaban por ellas)]

[Otra nota: no tiene casi nada que ver, pero esto de las mangas verdes me recuerda inevitablemente a la milenaria canción china “Tu cuello verde”, en la que también se habla de la persona amada a partir de sus ropas verdes (si no la leyeron entonces, pueden revisar la entrada “Velde que te quielo velde”, de comienzos del año pasado).]

En todo caso, una vez que escuchamos la segunda estrofa y subsiguientes, empieza a sonar cada vez más lógico que se defina a la dama por la ropa que lleva: la canción, básicamente, es un larguísimo listado de todas las cosas que él hizo por ella, y más específicamente, de las cosas que le compró. Empieza haciendo un listado de las carísimas ropas que le regaló (él la vistió de la cabeza a los pies, y sus bolsillos tienen muy buena memoria), y termina mencionando caballos de paseo, sirvientes que la atienden todo el día (tuve problemas para traducir el verso en que él dice que los sirvientes “te montan y te desmontan”, pero creo que lo resolví decentemente) e incluso música funcional y morfi, porque él le manda medialunas de manteca, cada mañana, para tomar con el mate cocido.


Ahora bien: a esta increíble cantidad de atenciones y gastos (sobre todo, gastos) que él realiza por ella, ¿cómo responde Mangas Verdes? ¡Tiene el descaro, el tupé de rechazar sus requerimientos amorosos! ¡Quecaradurezhabrasevisto! Como aquel que, tras la primera cita, reclama: “¿Cómo? Te invité el pancho, te pagué el pasaje de bondi y te regalé un Capitán del Espacio, ¿y vos seguís vestida, todavía?”. Con un nivel de ingresos (ya que no moral) altísimo, eso sí (otro punto a favor de quienes atribuyen la canción a Enrique).

Entre estrofa y estrofa, un estribillo habla, con nula gracia poética, de Mangas Verdes en pasado, como una relación ya perdida.

Después de terminar el listado de todos los regalos y gastos realizados, y de quejarse repetidamente de la necia estrechez de la dama (“¡y sin embargo no me amás!”), el cantor, ya estufado, termina la canción en un tono aún enojadísimo, pero ligeramente positivo: “ma sí, me voy, pero espero que alguna vez entres en razón y me ames, loca”. En el último verso, a pesar de que ya se despidió dos o tres veces, él pisa el palito y reclama una vez más, furioso de nuevo: “¡volvé para acá y amame!”. Él se cree, evidentemente, que ya compró holgadamente los favores de ella sin recibirlos contrarrembolso, y que ella es por lo tanto, a esta altura, su deudora a-morosa.

Toda esta situación cuadra, evidentemente, con lo que sabemos del romance Enrique VIII-Ana Bolena. Por eso, aunque es improbable que la canción fuera compuesta por Enriquito, es imposible asegurar que no lo fuera: cada uno crea lo que le sea más fácil. Yo hago eso siempre.


Greensleeves

Alas, my love, ye do me wrong,
      To cast me off discourteously:
And I have lovèd you so long,
      Delighting in your company!


Greensleeves was all my joy,
      Greensleeves was my delight;
Greensleeves was my heart of gold,
      And who but Lady Greensleeves.

I have been ready at your hand,
      To grant whatever you would crave;
I have both wagèd life and land,
      Your love and good-will for to have.

I bought thee kerchers to thy head,
      That were wrought fine and gallantly;
I kept thee both at board and bed,
      Which cost my purse well-favour'dly.

I bought thee petticoats of the best,
      The cloth so fine as might be;
I gave thee jewels for thy chest,
      And all this cost I spent on thee.

Thy smock of silk, both fair and white,
      With gold embroider'd gorgeously;
Thy petticoat of sendal right,
      And these I bought thee gladly.

Thy girdle of the gold so red,
      With pearls bedeckèd sumptuously,
The like no other lasses had:
      And yet thou wouldst not love me!

Thy purse, and eke thy gay gilt knives,1
      Thy pin-case,2 gallant to the eye;
No better wore the burgess' wives:
      And yet thou wouldst not love me!


Thy crimson stockings, all of silk,
      With gold all wrought above the knee;
Thy pumps, as white as was the milk:
      And yet though wouldst not love me!

Thy gown was of the grassy green,
      Thy sleeves of satin hanging by;
Which made thee be our harvest queen:
      And yet thou wouldst not love me!

Thy garters fringèd with the gold,
      And silver aglets 3 hanging by;
Which made thee blithe for to behold:
      And yet thou wouldst not love me!

My gayest gelding thee I gave,
      To ride wherever likèd thee;
No lady ever was so brave:
      And yet thou wouldst not love me!

My men were clothèd all in green,
      And they did ever wait on thee;
All this was gallant to be seen:
      And yet thou wouldst not love me!

They set thee up, they took thee down,
      They served thee with humility;
Thy foot might not once touch the ground:
      And yet thou wouldst not love me!

For every morning, when thou rose,
      I sent thee dainties, orderly,
To cheer thy stomach from all woes:
      And yet thou wouldst not love me!

Thou couldst desire no earthly thing,
      But still thou hadst it readily,
Thy music, still to play and sing:
      And yet thou wouldst not love me!

And who did pay for all this gear,
      That thou didst spend when pleasèd thee?
Even I that am rejected here,
      And thou disdainest to love me!

Well! I will pray to God on high,
      That thou my constancy mayst see,
And that, yet once before I die,
      Thou wilt vouchsafe to love me!


Greensleeves, now farewell! adieu!
      God I pray to prosper thee!
For I am still thy lover true:
      Come once again and love me!
Mangas Verdes

Ay, mi amor, me hiciste mal
al rechazarme descortésmente;
pues te amo desde hace tanto,
deleitándome en tu compañía!

[Estribillo:]
Mangas Verdes era toda mi alegría,
Mangas Verdes era mi placer,
Mangas Verdes era mi corazón de oro,
y nadie más que la dama Mangas Verdes.

He estado listo a tu comando
para conceder lo que ansiaras;
he apostado vida y tierra
para obtener tu amor y buena voluntad.

Compré pañuelos para tu cabeza,
decorados fina y galanamente;
mantuve tu mesa y tu cama,
lo que me costó la bien predispuesta bolsa.

Te compré enaguas de lo mejor,
la tela tan fina como es posible;
te di joyas para tu pecho
y todo esto gasté en vos.

Tu blusón de seda, bello y blanco,
Con oro hermosamente bordado,
tus enaguas de buen hilo,
también te las compré de buen grado.

Tu faja de oro tan rojo
con perlas engarzadas suntuosamente
como ninguna otra muchacha tiene:
¡y sin embargo no me amas!

Tu cartera colgada con bellos cordeles,
tu alfiletero galano al ojo;
ninguna esposa de burgués lleva uno mejor:
¡y sin embargo no me amas!

Tus medias carmesí, de seda pura,
Con oro decoradas sobre la rodilla;
tus zapatillas, blancas como la leche,
¡y sin embargo no me amas!

Tu vestido era color verde pasto,
tus mangas de satén colgaban,
lo que te hacía nuestra reina de la cosecha:
¡y sin embargo no me amas!

Tus ligas con flecos de oro
y repujes de plata en los costados
que te hacen alegre a los ojos:
¡y sin embargo no me amas!

Te di mi mejor caballo
para que cabalgaras adonde quisieras;
ninguna dama lo tuvo tan bueno:
¡y sin embargo no me amas!

Mis hombres están vestidos de verde,
y esperan siempre por vos;
todo esto es notable galantería,
¡y sin embargo no me amas!

Ellos te ayudan a montar y desmontar,
están a tu servicio con humildad;
tu pie nunca llega a tocar el suelo:
¡y sin embargo no me amas!

Cada mañana, cuando te levantas,
te envío delicattessen
para quitar de tu estómago toda pena:
¡y sin embargo no me amas!

No podés desear cosa en este mundo
que no tengas enseguida,
tu música, lista para tocar y cantar:
¡y sin embargo no me amas!

¿Y quién paga por todo esto
que vos gastás cuando te complazco?
¡Y sin embargo soy el rechazado aquí,
y vos desdeñás amarme!


¡Bien! Rezaré al Dios del cielo
Para que puedas apreciar mi constancia
¡Y entonces, al menos una vez antes de morir
te des el permiso para amarme!

¡Mangas Verdes, adiós ahora, adiós!
¡Dios quiera que prosperes!
Yo sigo siendo tu fiel amante:
¡ven de nuevo y ámame!

Ya me cansé, eso es todo por hoy (no pidan más, que se arriesgan a quedar endeudados).

Para terminar, algunos links:

Por Homero Simpson en trombón:

Cantada por varón, con clip de “The Tudors”:

Por “Celtic ladies”

Por Norwenn Leroy, en vivo:
https://www.youtube.com/watch?v=qQ2SfCPJHcA



Por Olivia Newton John, con subtítulos en japonés:


Se despide, cortésmente indignado:


DJ Vago




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