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martes, 9 de junio de 2015

[127] Volando bajo


“Eiti Leda”, de Charly García (1968)


(…) La ciudad, con sus humos y sus ruidos de oficios, nos seguía desde muy lejos por los caminos. ¡Oh el otro mundo, la morada bendecida por el cielo y las sombras! El Sur me recordaba los miserables incidentes de mi infancia, mis desesperaciones veraniegas, la horrible cantidad de fuerza y de ciencia que la suerte siempre alejó de mí. ¡No! No pasaremos el verano en este avaro país donde nunca seremos más que huérfanos desposados. Quiero que este brazo tieso deje de arrastrar una imagen querida.
Arthur Rimbaud, “Obreros” (fragmento), en Iluminaciones.


Hoy cierro la extensísima serie dedicada al rock nacional (argentino), que duró un mes y medio ya; a la vez, me adentro en la serie “Sobrenaturales”, con una canción épica que Charly García compuso a los 17 años (Spinetta no fue el único genio precoz del rock nacional). El tema fue cantado primero por Sui Generis (se destacaba la voz de Nito Mestre; el ritmo de la canción era extremadamente lento), luego por Seru Girán, grabada como primer tema del disco homónimo en 1978; y luego fue grabado por Fabiana Cantilo, a dúo con Gustavo Cerati, en 2005, como parte del excelente disco Inconsciente colectivo de Fabiana. Aunque las tres versiones tienen lo suyo, la que más me gusta a mí, curiosamente, es el cover de Cantilo-Cerati, y por eso lo elegí como versión “titular” de este posteo. Sé que varios pensarán que estoy en pedo por poner el cover por encima de los originales, pero bueno: si soy así qué voy a hacer.

Sé que la mayoría de ustedes ya conocen la canción; para quienes aún no la conozcan, sepan que está, quizá, entre las diez más famosas del rock nacional y es (como comprobarán al escucharla) única: una canción sin estribillo, estructuralmente compleja (con una parte rápida inserta entre las estrofas lentas) y cuya letra, poética y sugerente, no deja seguridades pero sí mucho para pensar y sentir.

De entrada, hay que hablar del título. La leyenda oficial es que “Eiti Leda” son palabras sin sentido en un idioma inventado por García y Lebón, al igual que “serú girán”, “seminare”, “narcisoleso”, etc. Pero a mí, que no sé latín pero tengo buen oído para las lenguas muertas, “seminare” me suena como “semillero”, un derivado del término latino seminarium (que además de “semillero” significa: causa, origen). Y no hay que ser Sherlock para relacionar “narcisoleso” con Narciso, un personaje mitológico grecorromano. Así que las palabras “inventadas” y “sin sentido” no son taaaaan inventadas ni taaaaan sin sentido, resulta.

Y la otra leyenda, promovida por el mismo Charly, es que “Eiti Leda” significa “cocacola”. Por más que lo haya dicho Charly mismo, esto es una estupidez atómica. Lean la letra, escuchen la canción, y díganme qué tiene que ver con la cocacola, este tema. A Charly le preguntaron, previsiblemente, qué carajo significaba “Eiti Leda”, y él (imagino/opino), para no responder y sacarse al reportero de encima, respondió lo primero que le cruzó por la cabeza: “significa cocacola”. No sería la primera vez que un rockero se burla sutilmente de un periodista poco calificado (recuerden, por ejemplo, lo conversado sobre “Turning japanese”, de The Vapors, en el posteo 77). Considerando la base clásica que ya mostraba tener Charly a los diecisiete años, me parece mucho más fácil pensar que “eiti” es una variante de E.T., de “extraterrestre”, de “alien”, y que “Leda” es: Leda, un personaje mitológico griego.


[Digresión mitológica: Leda era una minita a quien Zeus le arrastraba el ala, sin importarle mucho que ella ya estaba casada con Tindáreo, que era rey de Esparta pero, apenas, humano. Para conquistar a Leda, Zeus se transformó en un blanco cisne, y fingiendo ser perseguido por un águila, se le posó encima a Leda y, redondamente, la embarazó. 


Meses después, Leda puso dos huevos (de allí surgió la famosa frase “hay que poner huevos”, aplicada a los humanos), y de esos huevos salieron cuatro hijos:

- de uno de los huevos (lo llamaremos “huevo 1”, Helena (la bella a quien culparon de la Guerra de Troya) y Pólux (que no es un producto de limpieza, sino un varoncito);

- del otro huevo (“huevo 2”), Clitemnestra (quien sería luego la esposa (y asesina vengadora) de Agamenón, a quien en el barrio le decían “Cacho”) y Cástor (no confundir con “castor”, que es una especie de rata grande y dientona).

Lo curioso es que, en teoría, los hijos del huevo 1 eran hijos de Zeus, y por lo tanto, semidioses inmortales; mientras que los hijos del huevo 2 (siento como si estuviera hablando de huevitos Kinder, llenos de sorpresas) eran hijos de Tindáreo, y por lo tanto, simples mortales humanos.

Y lo recurioso es que, si Clitemnestra y Cástor eran hijos de Tindáreo, ¿por qué carajo nacieron de un huevo?

Y lo recontrarremilcurioso es que Cástor y Pólux eran gemelos. ¿Cómo pueden ser gemelos si nacieron de huevos diferentes, y en teoría, provenían de huevos dif, perdón, de padres diferentes?

En síntesis: qué quilombo. Fin de la digresión.]


Claro que mi interpretación del título es también discutible, e innecesaria: se puede escuchar la canción perfectamente sin necesidad de que Eiti Leda signifique lo que yo digo. Pero lo cierto es que esta es una canción casi mitológica, donde hay un pobre-infeliz-héroe-dios que se transforma en pájaro y/o en superhéroe de Marvel para acercarse a su amada. Así que aunque mi interpretación sea errada, igual considero que está más cerca de la verdad que pensar que el título significa “cocacola”. Ustedes piensen lo que quieran, obvio.

En las dos primeras estrofas, el cantor está solo, muy lejos de casa, en una ciudad que se siente como ajena y feroz, y ansía estar con ella, con su amada. Ansía verla:

Quiero verte la cara
brillando como una esclava negra
sonriendo con ganas

y ansía tenerla cerca, porque sabe que puede confiar en ella por completo, tanto para que le caliente los huesos fríos, que la acompañe a ver la mañana y que le brinde la prueba más íntima y definitiva de amor y confianza: que le “dé la inyección a tiempo” (de paso: algo que le hubiera venido bien a Cerati, pobre).

Lejos, lejos de casa
no tengo nadie que me acompañe
a ver la mañana
ni que me dé la inyección a tiempo,
antes que se me pudra el corazón
y caliente estos huesos fríos, nena.

Él quiere verla desnuda en el día del juicio final, carne y calor en contraste con el gris asfalto de una autopista sin sentido, “que tenga infinitos carteles / que no digan nada”, y en cambio ella sí dirá, entre risas, que esa realidad es nada más que un juego. O, si no es posible, lo matará al mediodía (dar la muerte, como ya se planteó antes, es un acto de amor y cercanía).

Quiero verte desnuda
el día que desfilen los cuerpos
que han sido salvados, nena,
sobre alguna autopista
que tenga infinitos carteles
que no digan nada
y realmente quiero que te rías
y que digas que es un juego nomás
o me mates este mediodía, nena.

Me parecen memorables, estas estrofas. Tan sugerentes, tan bien armadas, con esas oraciones que parece que terminan pero no terminan nunca (como los carteles de la autopista del Sur). Y el clima que proponen me recuerda algunos poemas que le oí a mi hermana la tercera, de las Iluminaciones de Rimbaud o de Poeta en Nueva York de Lorca: la ciudad como un espacio opresivo, alienante (uno se puede sentir tranquilamente un E.T. allí), sin sentido, impersonal, frío y oscuro, invernal. 


Un clima que continúa en la última estrofa, donde él propone “quemar las naves” y pierde hasta su sombra, mientras viaja, bajo la tierra, hacia ningún lado:

Quiero quemar de a poco
las velas de los barcos anclados
en mares helados, nena.
Este invierno fue malo
y creo que olvidé mi sombra
en un subterráneo

y sin embargo, ella sabe que no hay vuelta atrás (quemó las velas de las naves, después de todo):
y tus piernas cada vez más largas
saben que no puedo volver atrás,
la ciudad se nos mea de risa, nena.

Ese verso final, “la ciudad se nos mea de risa”, recalca la idea de la ciudad como entorno hostil, sin embargo, es un final casi discordante, un verso que corta la onda que tan cuidadosamente se venía construyendo. Ese “se nos mea de risa” es también, me parece, una marca del rock: tal vez hacer una canción tan perfectamente profunda y poética podía ser mal visto, había que sacarla un poco de allí. Así como Miguel Ángel, al terminar su escultura de Moisés, le dio un martillazo en la rodilla, tan solo para que no fuera una obra perfecta (digo yo). Como el “¡No!” gritado con que termina “Costumbres argentinas”, y sin el cual la canción sería impecable.

Pero bueno, me estoy yendo por las ramas. Entre estas estrofas extrañadas de soledad y añoranza en una ciudad extraña y hostil, aparece un ritmo diferente, un cambio total, una parte alegre y distinta: el encuentro amoroso.

Para que el encuentro se produzca (en la realidad o en el puro deseo) es necesario, sin embargo, ser más que humano, sobreponerse a la distancia convirtiéndose en pájaro (alondra, cisne: lo importante es que vuele) o en superhéroe (con capa y espada, con luz y peinado raro: lo importante es que vuele). Así, transformado, él puede volar bajo y bajar volando, entrar al cuarto de ella y unírsele en una explosión de luz blanca, ambos divinos y humanos, sobrenaturales y necesitados al mismo tiempo:

Entrando al cuarto volando bajo
la alondra ya está cerca de tu cama, nena.
Quiero quedarme, no digas nada,
espera que las sombras se hayan ido, nena.
¿No ves mi capa azul,
mi pelo hasta los hombros,
la luz fatal, la espada vengadora?
¿No ves que blanco soy, no ves?
¿No ves que blanco soy, no ves?

Que ese episodio esté intercalado entre las estrofas, en vez de cerrar la canción, me parece otra muestra de genialidad por parte de Charly: no quiere plantear una canción de final feliz, una “justicia poética” para sus personajes (Rivera dixit): la ciudad sigue allí, y él sigue perdido y alienado en ella; pero el encuentro existió, aunque fuera en un sueño o en otro tipo de realidad alternativa. Y eso es importante. Eso cuenta. Si no contara, sería mejor que me mates este mediodía, nena.

Va la canción por Cantilo-Cerati, la letra, y abajo los links a las versiones de SG (Sui Generis) y SG (Serú Girán).


Eiti Leda
Quiero verte la cara
brillando como una esclava negra
sonriendo con ganas, nena.
Lejos, lejos de casa
no tengo nadie que me acompañe
a ver la mañana
ni que me dé la inyección a tiempo,
antes que se me pudra el corazón
y caliente estos huesos fríos, nena.

Quiero verte desnuda
el día que desfilen los cuerpos
que han sido salvados, nena,
sobre alguna autopista
que tenga infinitos carteles
que no digan nada.
Y realmente quiero que te rías
y que digas que es un juego nomás
o me mates este mediodía, nena.

Entrando al cuarto volando bajo
la alondra ya está cerca de tu cama, nena.
Quiero quedarme, no digas nada,
espera que las sombras se hayan ido, nena.
¿No ves mi capa azul,
mi pelo hasta los hombros,
la luz fatal, la espada vengadora?
¿No ves que blanco soy, no ves?
¿No ves que blanco soy, no ves?

Quiero quemar de a poco
las velas de los barcos anclados
en mares helados, nena.
Este invierno fue malo
y creo que olvidé mi sombra
en un subterráneo
y tus piernas cada vez más largas
saben que no puedo volver atrás,
la ciudad se nos mea de risa, nena.


Por Sui Generis


Por Serú Girán




Eso es todo por hoy, nena. Quemaré las velas de a poco hasta la próxima semana.


DJ Vago

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