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martes, 20 de junio de 2017

[185] Yo animal, y a mucha honra



“Selva”, de La Portuaria (1993) y “Rumba del perro” de Andrés Calamaro (2000)




Como tercera entrega de la serie “Es una jungla allá afuera”, vamos con un tema que supo ser famoso a mediados de los noventa, y luego se olvidó. Es “Selva”, el hit más icónico de La Portuaria, banda liderada por Diego Frenkel que desplegó un repertorio con fuertes influencias del R&B, el blues y el jazz. El tema apareció incluido en el disco más famoso y vendido de la banda, Devorador de corazones (1993), con el que alcanzaron el disco de platino.

Comienza con un riff de acordeón, al que pronto se suman los vientos, luego la batería y la guitarra, y finalmente, en el segundo 17, la voz de Frenkel en un grito tarzanesco de “¡Seeeeellllvaaaaa!”.

Al igual que en las canciones previas, estamos en la selva. Y aunque aquí no se aclara, uno imagina que no es la selva-selva, sino la jungla-ciudad, la selva de cemento. Y esos “ruidos de animales salvajes” que se describen de entrada pronto serán nuestros propios ruidos al movernos, al bailar: el cantor nos propone que bailemos “hasta salir del cuerpo”, y asumir así una nueva condición (o, más bien, aceptar la condición que ya teníamos de antes, pero sin darnos cuenta): “somos animales en celo”.

Lo de “en celo” no sé, pero que somos animales, somos. Pregúntenle a cualquier biólogo decente y se los confirmará: los humanos somos monos. Monos africanos, para más exactitud. Los humanistas podrán objetar: “Momentito: no somos unos monos cualesquiera”. Y tienen razón. Aunque el carácter “especial” de nuestra monez puede ser, según cómo lo veamos, un atenuante o un agravante; podemos alegrarnos de todo lo que conseguimos a pesar de ser unos simples monitos, o deprimirnos por cómo desperdiciamos y arruinamos nuestros “dones” tan supuestamente superiores en armarnos un mundo tan así, como el que hicimos. Lo dejo a vuestro monil criterio.

En esta canción, bailar no nos sacará de la selva, pero nos hará sentir más a gusto, más como en casa: basta de bajonearse como Bob en “Concrete Jungle”, basta de sentirse felizmente corrompido como en “Welcome to the Jungle” de Guns n´ Roses. Llegar a la selva es, aquí, volver a casa: al hogar de nuestro propio interior. No es un lugar feliz (“Hay un mundo distinto: selva y dolor”), pero es nuestro.

Y llegaremos, parece, bailando. Por qué la danza, actividad humanizada-semiotizada-cultural si las hubiere, nos animalizaría, se los debo: pregúntenle a Frenkel. En todo caso, yo no llegaré a esa selva, porque no soy lo que dice un buen bailarín. Soy lo que dice un bailarín horrible. Pero con lo lindo que soy, imagínense si además bailara bien: sería demasiado, el mundo colapsaría. Así que mejor así: vayan ustedes, bailando des-pa-ci-to hacia la selva, y yo los miraré de acá de lejos.

En la segunda mitad de la canción, Frenkel quiso hacer una especie de estrofa a lo Nicolás Guillén, con sonidos “t” y “r” que, al parecer, dan una cosa de tambor, y el tambor da una idea de selva:

Ruge, Tantor.
Ruge Tantor, Terán, tantor de acero.

Lo gracioso es que Tantor es, en la historia de Tarzán, el nombre del elefante, así que Tantor no podrá “rugir”, por más que se lo pidan. Frenkel debería haberle pedido: “Barrita, Tantor”. En cuanto a Terán, es un pueblo y el apellido de un filósofo, y no sé qué hace aquí esa palabra, excepto sumar una “t” y una “r” más. O sea: la próxima, dejémosle a Nicolás Guillén, eso de songorocosonguear, que es menos fácil de lo que parece.

En todo caso, es una canción muy rítmica, muy pegadiza, muy bailable y seguramente muchos de ustedes la recordarán con feliz añoranza, de los años en que eran medio bestias, o bestias enteras, y la pasaban bomba.





Selva
Selva, ruido de animales salvajes.
Jungla.
Baila, baila,
baila hasta salir de tu cuerpo.
Danza, danza,
somos animales en celo.

Voy buscando un oasis donde nadar,
si tu cuerpo se enfría, buscas calor.
Va bailando mi corazón,
siento risa, siento temor.
Hay un mundo distinto: selva y dolor.

Selva, selva.
Jungla, ruido de animales salvajes.
Ruge, Tantor.
Ruge Tantor, Terán, tantor de acero.

Danza, danza,
somos animales en celo.

Voy buscando un oasis donde nadar,
si tu cuerpo se calla, busca parar.
Va bailando mi corazón,
siento risa, siento temor.
Hay un mundo distinto: selva y dolor.


Y como complemento, me tincó incluir en el posteo de hoy una canción de Andrés Calamaro tan simpática como desconocida, perdida en el centenar de temas del quíntuple disco El salmón (2000) y titulada “La rumba del perro”. Esta poco esforzada canción (ya expliqué, en antiguos posteos que me da fiaca referenciar, que Calamaro es amigo mío y, en comparación, yo soy el que más se esfuerza) no tiene nada que ver con el famoso tema calamarense “El perro” (ese que comienza “Muerto el perro, se acabó la rabia / ya no sos el amigo de los turcos de Malabia”). Aquí, en un tema alegre e infantil, se empiezan a enumerar animales (mientras, en el coro, se escuchan trinos, rugidos y demás voces animalísticas) y luego el cantor anuncia que:

A veces me confundo
con un ave migratoria en extinción,
esa es mi historia.

En esos test psicológicos en los que se pregunta “Si fueras un animal, ¿qué animal serías?”, la mayoría de las personas contesta “águila”, “león”, bichos imponentes o elegantes o simpáticos. Calamaro se siente más bien golondrina, eternamente desarraigado y huyente.

(Digresión: yo respondía “perezoso”.)


Ese hombre-ave, entonces, se vuela, se pierde en horizontes lejanos, siempre a punto de extinguirse en una realidad hostil: se transforma, se vuelve animal y lo asume con entereza, en un estribillo gracioso y, de alguna manera, tierno:

Yo soy un animal también, soy un animal
casi como todos los demás:
si falta lo primordial,
como cualquier animal,
puedo desaparecer igual.


No sabemos qué será “lo primordial” para este animalito que canta, pero cada uno de nosotros puede pensar qué sería lo primordial para nosotros: eso que nos hace humanos, que nos mantiene atados a esta humanidad, que nos impide volar y convertirnos en aves migratorias y, al alejarnos, extinguirnos (al menos, en lo que refiere a nuestro humano fuego). Sin eso primordial, ¿qué sería de nosotros, compañeros animales?

Se los dejo como reflexión. Rúmienlo y rujan, Tantores.




Rumba del perro

La rumba del gato, la rumba del perro
y de todos los animales del ancho mundo.
A veces me confundo
con un ave migratoria en extinción,
esa es mi historia.

La rumba del pato, la rumbita del ratón
y de todas las especies animales
que cura todos los males
como un ave migratoria en extinción
y una canción.

Yo soy un animal también, soy un animal
casi como todos los demás:
si falta lo primordial,
como cualquier animal,
puedo desaparecer igual,
puedo desaparecer también,
puedo desaparecer igual.
Igual.


Y eso es todo por hoy. Hasta la próxima semana en la jungla,

DJ Tantor



2 comentarios:

  1. Hola de nuevo! Te cuento, respecto a Selva, de La Portuaria, que Terán es el apellido del saxofonista que toca en el tema (Alejandro Terán). Fijate (escuchá, mejor dicho, je) el saxo que suena justo cuando dice la frase en cuestión. Terán (o su saxo) vendría a ser el "Tantor de acero", por la similitud de su sonido con el de un elefante al barritar ;)

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  2. Uau, qué buen dato! Muchas gracias por compartirlo y desasnarme!

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